ESCENA PRIMERA


ROSITA. (Contando las puntadas.) Una, dos, tres, cuatro... (Se pincha.) ¡Ay! (Llevándose el dedo a la boca.) Cuatro veces me he pinchado ya en esta "e" última del A mi adorado padre. En verdad que el cañamazo es una labor difícil. Uno, dos.. (Suelta la aguja.) ¡Ay, qué ganitas tengo de casarme! Me pondré una flor amarilla sobre el cucuné, y un velo que arrastrará por toda la calle. (Se levanta.) Y cuando la niña del barbero se asome a su ventana, yo le diré: Voy a casarme, pero antes que tú, mucho antes que tú, y con pulseras y todo (Silbido fuera.) Ajajay, mi niño! (Corre a la reja.)


EL PADRE. (Fuera.) ¡Rositaaaaaaa!


ROSITA (Asustándose.)¡Quéeeeeee! (Silbido más fuerte. Corre y se sienta ante el bastidor y tira besos a la reja.)


PADRE (Entrando.) Quería saber si bordabas... ¡Borda, hijita mía, borda, que con eso comemos! ¡Ay, qué mal estamos de dinero! ¡De los cinco talegos que heredamos de tu tío el Arcipreste, no queda ni tanto así!


ROSITA ¡Ay, qué barbas tenía mi tío el Arcipreste! ¡Qué precioso era! (Silbido fuera.) ¡Y qué bien silbaba! ¡Qué bien!


PADRE Pero, hija, ¿qué estás diciendo? ¿Te has vuelto loca?


ROSITA (Nerviosa.) No, no... Me he equivocado...


PADRE ¡Ay, Rosita, qué entrampados estamos! ¡Qué va a ser de nosotros! (Saca el pañuelo y llora.)


ROSITA (Llorando.) Pues... sí... tú... yo...


PADRE Si al menos quisieras casarte, otro gallo nos cantaría; pero me parece a mí que por ahora..


ROSITA Si yo lo estoy deseando.


PADRE ¿Sí?


ROSITA ¿Pero no te habías dado cuenta? ¡Qué poco perspicaces sois los hombres!


PADRE ¡Pues me viene de perilla, de perilla!


ROSITA Si yo por peinarme a la arremangué y darme arrebol en la cara...


PADRE De manera, ¿que estás conforme?


ROSITA (Con guasa un poco monjil.) Sí, padre.


PADRE Y, ¿no te arrepentirás?


ROSITA No, padre.


PADRE ¿Y me harás caso siempre?


ROSITA Sí, padre.


PADRE Pues esto era lo que yo quería saber. (Haciendo mutis.) Me he salvado de la ruina. ¡Me he salvado! (Se va.)







ESCENA II


ROSITA ¿Qué significará esto de "Me he salvado de la ruina. Me he salvado"?... Porque mi novio Cocoliche tiene menos dinero que nosotros. ¡Mucho menos! Heredó de su abuela tres duros y una caja de membrillo, ¡y... nada más! ¡Ay! Pero lo quiero, lo quiero, lo quiero y lo requetequiero. (Esto dicho con gran rapidez.) El dinerillo, para las gentes del mundo; yo me quedo con el amor. (Corre y agita un largo pañuelo rosa por la reja.)







ESCENA III


LA VOZ DE COCOLICHE (Cantando, acompañado de la guitarra.)

Por el aire van
los suspiros de mi amante
por el aire van,
van por el aire.


ROSITA (Cantando.)

Por el aire van
los suspiros de mi amante,
por el aire van,
van por el aire.


COCOLICHE (Asomándose a la reja.) ¿Quién vive?


ROSITA. (Tapándose la cara con un abanico pericón y fingiendo la voz.) Gente de paz.


COCOLICHE¿No vive en esta casa por casualidad una tal Rosita?


ROSITA. Está tomando los baños.


COCOLICHE. (Haciendo ademán de retirarse.) Pues que le sienten bien.


ROSITA. (Descubriéndose.) ¿Y hubieras sido capaz de retirarte?


COCOLICHE. No hubiese podido. (Meloso.) A tu lado los pies se vuelven de plomo.


ROSITA¿Sabes una cosa?


COCOLICHE¿Qué?


ROSITA¡Ay, no me atrevo!


COCOLICHE¡Atrévete!


ROSITA (Muy seria.) Mira, yo no quiero ser una mujer impúdica.


COCOLICHE. Y a mí me parece muy bien.


ROSITA. Mira, es el caso...COCOLICHE¡Acaba ya!


ROSITA. Me taparé con el abanico.


COCOLICHE. (Desesperado.) ¡Hija mía!


ROSITA. (Con la cara tapada.) Que me caso contigo.


COCOLICHE¿Qué estás diciendo?


ROSITA¡Lo que oyes!


COCOLICHE¡Ay, Rosita!


ROSITA. En seguida ...


COCOLICHE. En seguida voy a escribir una carta a París pidiendo un niño...


ROSITA. Oye, a París de ninguna manera, porque no quiero que se parezca a los franceses con el chau, chau, chau.


COCOLICHE. Entonces...


ROSITA. Lo pediremos a Madrid.


COCOLICHE. Pero, ¿lo sabe tu padre?


ROSITA ¡Y me lo permite! (Se quita el abanico.)


COCOLICHE¡Ay, Rosita mía! ¡Ven! ¡Ven! ¡Acércate!


ROSITA. Pero no te pongas nervioso.


COCOLICHE. Me parece que me están haciendo cosquillas en la planta de los pies. Acércate.


ROSITA. No, no; desde lejos te daré los besitos. (Se besan desde lejos. Ruido de campanillas.) Siempre pasa lo mismo Ahora viene la gente. ¡Hasta la noche!


(Se sienten campanillas, y por la gran reja del fondo cruza una carroza tirada por caballitos de cartón con penachos de plumas, y se detiene.)


CRISTOBITA. (Desde la carroza.) Efectivamente es la niña más guapa del pueblo.


ROSITA. (Haciendo una reverencia con las faldas.) Muchas gracias.


CRISTOBITA. Me quedo con ella definitivamente. Medirá un metro de alzada. La mujer no debe medir ni más ni menos Pero, ¡qué talle y qué garbo! Casi, casi, me ha engatusado. ¡Arre, cochero!


ROSITA. (Haciendo burla.) ¡Ya está! Me quedo con ella. ¡Qué caballero más feo y más mal educado!... Será un chiflado de esos que vienen del extranjero. (Por la reja cae un collar de perlas.) ¡Ay! ¿Qué es esto? ¡Dios mío, qué collar de perlas tan precioso! (Se lo cuelga y se mira en un espejito de mano.) Genoveva de Brabante tendría uno así cuando se ponía en la torre de su castillo a esperar a su esposo. ¡Y qué bien me sienta!... Pero, ¿de quién será?


PADRE. (Entrando) ¡Hija mía, felicidad completa! ¡Acabo de concertar tu boda!


ROSITA. ¡Cuánto te lo agradezco, y Cocoliche cuánto te lo agradecerá! Ahora mismo...


PADRE.¡ Qué Cocoliche ni qué niño muerto! ¿Qué estás diciendo? Yo he dado tu mano a don Cristobita el de la porra, que acaba de pasar en su carroza por ahí.


ROSITA. Pues no quiero, no quiero, ¡ea! Y lo que es mi mano, de ninguna manera me la quitas. Yo tenía mi novio... ¡Y tiró el collar!


PADRE. Pues no hay más remedio. Ese hombre tiene mucho oro y a mí me conviene, porque si no, mañana tendríamos que pedir limosna.


ROSITA. Pues pedimos.


PADRE. Aquí mando yo, que soy el padre. Lo dicho, dicho, y cartuchera en el cañón. No hay que hablar más.


ROSITA. Es que yo...


PADRE ¡Silencio !


ROSITA. Pues a mí...


PADRE. ¡Chitón! (Se va.)


ROSITA. ¡Ay, ay! ¡Digo!, dispone de mí y de mi mano, y no tengo más remedio que aguantarme porque lo manda la ley. (Llora.) También la ley podía haberse estado en su casa. Si al menos pudiera vender mi alma al diablo! (Gritando.) ¡Diablo, sal, diablo, sal! Que yo no quiero casarme con Cristobita.


PADRE. (Entrando.) Qué voces son ésas? ¡A bordar y a callar! ¡Qué tiempos estos! ¿Van a mandar los hijos en los padres? Tú harás caso de todo, como hice yo caso de mi papá cuando me casó con tu mamá, que, dicho sea entre paréntesis, tenía una cara de luna, que ya, ya...


ROSITA. Está bien. ¡Me callaré!


PADRE. (Haciendo mutis.) ¡Habráse visto!


ROSITA. Está bien. Entre el cura y el padre estamos las muchachas completamente fastidiadas. (Se sienta a bordar.) Todas las tardes, tres, cuatro, nos dice el párroco: ¡que vais a ir al infierno!, ¡que vais a morir achicharradas!, ¡peor que los perros!...; ¡pero yo digo que los perros se casan con quien quieren y lo pasan muy bien! ¡Cómo me gustaría ser perro! Porque si le hago caso a mi padre, cuatro, cinco, entro en un infierno, y si no, por no hacerle caso, luego voy al otro, al de arriba... También los curas podrían callarse y no hablar tanto..., porque... (Se limpia las lágrimas.) Si yo no me caso con Cocoliche, va a tener la culpa el cura. sí, el señor cura... al que, después de todo, no le importa nada esto. ¡Ay, ay, ay, ay...!


CRISTOBITA. (Con su criado en la ventana.) Es una buen cosa. ¿Te gusta?


CRIADO (Temblando.) Sí, señor.


CRISTOBITA. La boca un poquitín grande, pero vaya canela en rama de cuerpo... Aún no he cerrado el trato... Me gustaría hablar con ella, pero no quiero que tome demasiada confianza. La confianza es la madre de todos los vicios. ¡No me digas que no!


CRIADO. (Temblando.) Pero, ¡señor!


CRISTOBITA. ¡No hay más que dos caminos a seguir con lo hombres: o no conocerlos..., o quitarlos de en medio!


CRIADO. ¡Ay, Dios mío!


CRISTOBITA. ¡Oye, que te gusta!


CRIADO. Todavía la merece mejor su merced.


CRISTOBITA. Es una hembrita suculenta. ¡Y para mí solo! ¡Para mí solo! (Se va.)


ROSITA. Esto es lo que me faltaba que ver. Yo me desespero. Yo me enveneno ahora mismo con mixtos o con sublimado corrosivo.


(El reloj de pared se abre y aparece una Hora, vestida de amarillo con polisón.)


HORA. (Con campana y con la boca.) ¡Tan! Rosita: ten paciencia, ¿qué vas a hacer? ¿Qué sabes tú el giro que van a tomar las cosas? Mientras que aquí hace sol, en otras partes llueve. ¿Qué sabes tú los vientos que van a venir mañana para hacer bailar la veleta de tu tejadillo? Yo, como vengo todos los días, te recordaré esto cuando sea vieja y hayas olvidado este momento. Deja que el agua corra y la estrella salga. ¡Rosita, ten paciencia! ¡Tan! La una (Se cierra.)


ROSlTA. La una... ¡Pero maldita la gana que tengo de comer!


VOZ (fuera)

Por el aire van
los suspiros de mi amante.


ROSITA. Ya los veo entrar... los suspiros de mi amante.


(El reloj se abre otra vez y aparece la Hora dormida. La campana suena sola.)


ROSITA. (Llorosa.) Los suspiros de mi amante...